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BURUNDI * GITEGA


Imagenes y fotografías de Gitega. Burundi

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BURUNDI * NGOZI

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Montreal, Quebec, CANADA, H4C 2M6
Tel: +1-514-982-0351, Fax: +1-514-849-7129
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Imagenes y fotografías de Ngozi. Burundi

bandera * escudo

Bandera de Burundi Escudo de Burundi
Bandera Escudo
Lema: "Ubumwe, Ibikorwa, Iterambere" (kirundi) Unité, Travail, Progrès (francés)
Unidad, Trabajo, Progreso
Himno nacional: Burundi bwacu

HISTORIA DE BURUNDI * WIKIPEDIA

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Burundi es uno de los pocos países de África, que junto con la vecina Ruanda con la que está muy relacionado, es la continuación directa de un antiguo estado africano.

Contenido

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Reino de Burundi [editar]

Los orígenes de Burundi se conocen sólo a través de una mezcla de fuentes históricas orales y de arqueología. Existen dos leyendas principales que narran la fundación de Burundi. La más popular cuenta la historia de un ruandés llamado Cambarantama, al que atribuye la fundación de la nación. La otra versión, más habitual en el Burundi precolonial, decía que Cambarantama provenía del estado meridional de Buha. La noción del origen ruandés del reino fue promovida por los colonizadores europeos, porque se adaptaba a su ideal de una clase dirigente que provenía del noreste hamítico. La teoría ha continuado hasta convertirse en un dogma semioficial en el moderno estado de Burundi. Los historiadores dudan del origen hamítico de los Tutsi, aunque aún se cree que sus ancestros migraron desde el norte a lo que es hoy Burundi en el siglo XV.

La primera prueba de la existencia del estado de Burundi es del siglo XVI, cuando éste emerge al pies de las colinas orientales. Durante los siguientes siglos se expande, anexionándose pequeños vecinos y llegando a competir con Ruanda. Alcanzó su mayor extensión durante el reinado de Ntare Rugama, que rigió la nación entre 1796 y 1850 aproximadamente y vio como el reino doblaba su tamaño.

El Reino de Burundi se caracterizaba por la autoridad política jerárquica y el intercambio económico tributario. El rey, conocido como el mwami encabezaba una aristocracia (gwana) que poseía la mayor parte de las tierras y exigía un tributo o tasa de los campesinos y ganaderos locales. A mediados del siglo XVIII, esta realeza Tutsi consolidó su autoridad sobre la tierra, producción y distribución con el desrrollo del ubugabire— una relación clientelar similar a las características de la Europa del feudalismo, en la que el pueblo recibía protección real a cambio de tributos.

Aunque los exploradores europeos y los misioneros hicieron breves incursiones en la zona tan pronto como en 1856, no fue hasta 1899 que Burundi se convirtió en parte del África Oriental Alemana. A diferencia de la monarquía ruandesa, que decidió aceptar los avances alemanes, el rey de Burundian Mwezi Gisabo se opuso a toda influencia europea, rechazando llevar atuendo europeo y resistiéndose al avance de los misioneros y administradores. Los alemanes utilizaron la fuerza armada con éxito, aunque no pudieron acabar con el poder del rey. Finalmente, apoyaron al yerno del rey, Maconco, en una revuelta contra Gisabo. Gisabo tuvo que aceptar la tutela de los alemanes y los alemanes le ayudaron a acabar con la revuelta de Maconco. Los pequeños reinos que se encontraban a lo largo de la orilla occidental del lago Victoria fueron anexionados a Burundi.

Gobierno colonial [editar]

Aunque la presencia extranjera fue mínima y el poder de decisión de los reyes era tan amplio como con anterioridad, el contacto con los europeos trajo enfermedades devastadoras que afectaron tanto a los seres humanos como a los animales. Estas enfermedades afectaron a toda la región, pero Burundi se vio afectada especialmente. Una hambruna golpeó al país en 1905, y hubo otras que asolaron toda la región de los Grandes Lagos en 1914, 1923 y 1944. Entre 1905 y 1914 murió la mitad de la población de las llanuras occidentales.

En 1916, tropas belgas conquistaron la zona durante la Primera Guerra Mundial. En 1923, la Sociedad de Naciones otorgó una mandato a Bélgica sobre el territorio de Ruanda-Urundi, que comprendía los actuales Ruanda y Burundi, separando de ellos los reinos occidentales, que quedaban incluidos en Tanganyika, administrada por los británicos. Bélgica administró el territorio indirectamente, constituyendo una jerarquía dominada por los Tutsi.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Ruanda-Urundi se convirtió en un territorio bajo fideicomiso de Naciones Unidas. Después de 1948, Bélgica permitió la aparición de partidos políticos competidores. Entre ellos destacaron la Unión para el Progreso Nacional (UPRONA), un partido multiétnico dirigido por el príncipe Tutsi Louis Rwagasore y el Partido Cristiano Democrático (PDC), apoyado por Bélgica. En 1961, Rwagasore fue asesinado tras la victoria del UPRONA en elecciones legislativas.

Independencia [editar]

La independencia completa se obtuvo el 1 de julio de 1962. En un contexto de democracia débilmente institucionalizada, el rey tutsi Mwambutsa IV estableció una monarquía constitucional que comprendía a hutus y tutsis por igual. El asesinato en 1965 del Primer Ministro, un hutu, puso en marcha una serie de revueltas hutus que desestabilizaron el país y tuvieron como respuesta la represión gubernamental. En parte fueron una reacción a los acontecimientos producidos en Ruanda, donde un régimen nacionalista hutu mataba a los tutis. En Burundi, los tutsis se aplicaron para no correr el mismo destino, de modo que gran parte del ejército y las fuerzas policiales estuvieron bajo su control. Durante la Guerra Fría Ruanda se alineó con los Estados Unidos, mientras que Burundi lo hizo con China.

En 1966, el Rey Mwambutsa fue depuesto por su hijo, el Príncipe Ntare V, que a su vez fue depuesto por su Primer Ministro, el Capitán Michel Micombero en ese mismo año. La monarquía fue abolida y se proclamó la república. Emergió un régimen militar de facto y los disturbios continuaron a lo largo del fin de los años sesenta y los primeros setenta.

A finales de abril de 1972, el ataque Hutu a una localidad de situada en una colina al sur del país, en la que habían nacido muchos oficiales del Ejército, desató las represalias por parte de los militares. La represión llevada a cabo por el Ejército y las milicias del UPRONA, cuyos miembros pertenecían a la etnia del Ejército, fue sistemática y eficiente destruyendo la vida humana e infligiendo una derrota humillante. Se redactaron listas de hombres, mujeres y niños en edad escolar sospechosos de ser amenaza potencial, simpatizantes de los rebeldes o haber tomado parte en la rebelión. Los que aparecían en las listas eran localizados en hogares o escuelas y eran ejecutados por los soldados. Se cree que alrededor de 200.000 Hutus perdieron la vida en todo el país en un período de unos tres meses. El número de solicitantes de asilo (la mayoría de la etnia Hutu) ascendió a más de 150.000 (más del 15% de la población total en aquel momento) tras seis meses. En un esfuerzo para atraer el apoyo de los Estados Unidos, el gobierno, dominado por los Tutsi acusó a los rebeldes hutus de tener inclinaciones comunistas, aunque no existen pruebas creíbles de que eso fuera así.

En 1976, el Coronel Jean-Baptiste Bagaza tomó el poder en un golpe sin derramamiento de sangre. Aunque Bagaza dirigió un régimen militar dominado por los Tutsi, promovió la reforma agraria, la reforma electoral y la reconciliación nacional. En 1981 se promulgó una nueva Constitución. En 1984, Bagaza fue elegido Jefe e Estado, como único candidato. Tras su elección, el respeto por los Derechos Humanos se deterioró, ya que suprimió algunas actividades religiosas e hizo detener a miembros de la oposición política.

En 1987, el Comandante Pierre Buyoya derrocó al Coronael Bagaza. Disolvió los partidos de oposición, suspendió la Constitución de 1981 e instituyó el Comité Militar opara la Salvación Nacional (CMSN). Durante 1988 la tensión entre la minoría tutsi, en el poder, y la mayoría hutu aumentó, lo que resultó en la confrontación violenta entre el Ejército, la oposición hutu y los tutsis de la línea dura. Durante este periodo se calcula que murieron unas 150.000 personas, con cientos de miles de refugiados huyendo a los países vecinos. Buyoya formó una comisión para investigar las causas de los disturbios de 1988 y redactar una carta para la reforma democrática.

En 1991, Buyoya aprobó una constitución que proveía un presidente, un gobierno no étnico y un parlamento. El primer presidente hutu de Burundi, Melchior Ndadaye, del Frente para la Democracia en Burundi (FRODEBU), un partido principalmente hutu, fue elegido en 1993. Fue asesinado por facciones las Fuerzas Armadas, dominadas por los Tutsis, en octubre de aquel año. El país se enfrentó en la Guerra Civil de Burundi, que acabó con la vida de decenas de miles de seres humanos y acabó con cientos de miles de desplazados hasta el momento en el que el gobierno del FRODEBU recuperó el control y eligió a Cyprien Ntaryamira como presidente en enero de 1994. Sin embargo, la situación no dejaba de deteriorarse.

En abril de 1994, el Presidente Ntaryamira y el Presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana murieron al ser derribado por un misil el avión en el que regresaban de Arusha (Tanzania). Este hecho marcó el comienzo del genocidio de Ruanda, mientras que en Burundi, la muerte de Ntaryamira exacerbó la violencia y los disturbios, aunque no hubo una masacre generalizada. Sylvestre Ntibantunganya comenzó una presidencia que debía durar 4 años el 8 de abril, pero la situación empeoró. La llegada de cientos de miles de refugiados ruandeses y las actividades de grupos armados hutus y tutsis desestabilizaron el régimen.

El 25 de julio de 1996, el gobierno fue derrocado en un golpe de estado dirigido por Buyoya. La guerra civil continuó, a pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional para crar un proceso de paz. El proceso se ha producido desde 2001, año en que se creó un gobierno en el que el poder era compartido. En 2003, Domitien Ndayizeye, el Vicepresidente hutu, se convirtió en Presidente, como decía el acuerdo de reparto de poder.

A lo largo de toda la Segunda Guerra del Congo, Burundi se vio involucrado en mayor o menor medida. Primero como aliado de Ruanda y Uganda contra las fuerzas de Laurent Kabila, y después como uno de los interventores en este grave conflicto internacional.

Las elecciones celebradas a mediados de 2005 fueron ganadas por el antiguo grupo rebelde hutu Consejo Nacional para la Defensa de la Democracia-Fuerzas para la Defensa de la Democracia (CNDD-FDD).

Véase también [editar]

Enlaces externos [editar]

DATOS DE BURUNDI * OTROS PAISES

CapitalBujumbura
Superficie27.830 km2
Población8.508.000
Nombre del EstadoRepública de Burundi
Monedafranco burundés
Idiomaskirundi, francés, swahili
Densidad hah/km2305,7 hab./km2
Crecimiento anual (2005-2010)3,9 %
Mortalidad infantil (2005-2010)99,4 por 1.000
Esperanza de Vida (2005-2010)49,6 años
Población Urbana11 %
Analfabetismo32,7 % en hombres y 47,8 % en mujeres
Escolarización tercer grado2,2 %
Internet7,7 por 1.000 hab.
Libros publicados (títulos).
PIB total2.896 millones de US $
Crecimiento anual (2007)3,6 %
PIB por hab.372 US $
Indice de inflación8,4 %
Gasto en Educación5,1 % del PIB
Gasto en Defensa4,8 % del PIB
Deuda externa1.411 millones de US $
Servicio de la deuda/Export.72,4 %
Importaciones350 millones de US $
Principales proveedoresUE (23,8%) , Asia (38,4%) , Africa (28,3%)
Exportaciones55 millones de US $
Principales clientesUE (45,6%), Asia (10,6%), Africa (10,5%)
Ejército de Tierra35.000 personas
Ejército de Mar.
Ejército del Aire.
Organismos InternacionalesACP, UA, BAD, COMESA, CEEAC, SADC


VOLUME I.A (A - L, 4.2 Mb)
Africa - Afrique - África I.A
VOLUME I.B (M - Z, 5.7 Mb)
Africa - Afrique - África I.B
Countryfinder. Alternatively, you may download the individual country files of Volume I Africa. The countries are listed in English alphabetical order:
VOLUME I.A (A - L)
Algeria - Algérie - Argelia
Angola - Angola - Angola
Ascension - Ascension - Ascensión
Benin - Bénin - Benin
Botswana - Botswana - Botswana
Burkina Faso - Burkina Faso - Burkina Faso
Burundi - Burundi - Burundi
Cameroon - Cameroun - Camerún
Cape Verde - Cap-Vert - Cabo Verde
Central African Republic - République Centrafricaine - República Centroafricana
Chad - Tchad - Chad
Comoros - Comores - Comoras
Congo - Congo - Congo
Côte d'Ivoire - Côte d'Ivoire - Côte d'Ivoire
Djibouti - Djibouti - Djibouti
DR Congo - RD du Congo - RD del Congo
Egypt - Egypte - Egipto
Equatorial Guinea - Guinée équatoriale - Guinea Ecuatorial
Eritrea - Erythrée - Eritrea
Ethiopia - Ethiopie - Etiopía
Gabon - Gabon - Gabón
Gambia - Gambie - Gambia
Ghana - Ghana - Ghana
Guinea - Guinée - Guinea
Guinea-Bissau - Guinée-Bissau - Guinea-Bissau
Kenya - Kenya - Kenya
Lesotho - Lesotho - Lesotho
Liberia - Libéria - Liberia
Libya - Libye - Libia
VOLUME I.B (M - Z)
Madagascar - Madagascar - Madagascar
Malawi - Malawi - Malawi
Mali - Mali - Malí
Mauritania - Mauritanie - Mauritania
Mauritius - Maurice - Mauricio
Mayotte - Mayotte - Mayotte
Morocco - Maroc - Marruecos
Mozambique - Mozambique - Mozambique
Namibia - Namibie - Namibia
Niger - Niger - Níger
Nigeria - Nigéria - Nigeria
Reunion - Réunion - Reunión
Rwanda - Rwanda - Rwanda
Sao Tome and Principe - Sao Tomé-et-Principe - Santo Tomé y Príncipe
Senegal - Sénégal - Senegal
Seychelles - Seychelles - Seychelles
Sierra Leone - Sierra Leone - Sierra Leona
Somalia - Somalie - Somalia
South Africa - République Sudafricaine - Sudáfrica
St. Helena - Ste. Hélène - Sta. Elena
Sudan - Soudan - Sudán
Swaziland - Swaziland - Swazilandia
Tanzania - Tanzanie - Tanzanía
Togo - Togo - Togo
Tunisia - Tunisie - Túnez
Uganda - Ouganda - Uganda
Zambia - Zambie - Zambia
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domingo, 27 de septiembre de 2009

PINTURA EN NUEVA YORK


Atenea (Concepción)

versión On-line ISSN 0718-0462

Atenea (Concepc.)  n.488 Concepción  2003

doi: 10.4067/S0718-04622003048800011 

Motherboard: 
El Infinito de nuestros tiempos
MAna Diz**
Resumen
Recorrido por el Dia:Beacon, último museo de arte de vanguardia, inaugurado hace poco en las afueras de la ciudad de Nueva York. La crónica personal elude deliberadamente el léxico clasificatorio -conceptualismo, minimalismo, etc.- que podría servir de eficaz tarjeta de identificación; se interna en cambio en una reflexión personal del impacto registrado por los ojos en este espacio inusitadamente inmenso, habitado por series, grillas y precisas cárceles de luz que invitan a pensar en una nueva metáfora para el infinito de nuestros tiempos.
Abstract
Todays Route: Beacon, the latest museum of vanguard art, inaugurated a short time ago on the outskirts of New York City. The personal chronicle deliberately eludes a classificatory lexicon -conceptualism, minimalism, etc.- that would serve as an effective identity card; on the other hand, we are privy to a personal reflection of the impact that is registered on the eye in this unusually immense space, inhabited by series, shackles, and precise prisons of light that invite us to meditate on a new metaphor for the infinite of our times.
Recibido: 23.06.2003. Aprobado: 24.11.2003.
Dedicada desde 1974 a difundir, preservar y apoyar el arte contemporáneo, y a servir como espacio de performance y discurso crítico interdisciplinario, la Fundación Dia Art ha añadido a su sede original, en el barrio de Chelsea de la ciudad de Nueva York, un nuevo museo: Dia: Beacon Riggio

REGGIO GALLERIES fue inaugurado en mayo del año pasado. Situado en la ribera del Hudson en Beacon, pueblito a menos de dos horas de Nueva York, el museo ocupa una antigua fábrica del año 29, donde se imprimían cajas de cartón. Robert Irwin, a quien la fundación invitó a diseñar el plan general, que comprende el edificio y los espacios exteriores, tuvo buen cuidado de no borrar la fisonomía típica de la construcción industrial moderna.
Dados los exorbitantes precios del metro cuadrado en Nueva York, es más que razonable la idea de situar un museo en las afueras, al alcance de los habitantes de la ciudad, que pueden llegar en auto o en tren. Pero no carece de extrañas consecuencias. Aislada del bullicio ciudadano, de calles, perros, oficinas, cafés, gatos imperturbables enmarcados en ventanas, teatros y sirenas de ambulancias, policías o bomberos, esta fábrica tan cuidadosamente preservada se ha separado del lugar y el tiempo del trabajo: al Dia:Beacon se va un día feriado, como cuando se quiere pasar un día de campo. Con todo, la sustitución de ciudad por campo no es tan neta como podría esperarse: no se ve el Hudson, el preámbulo del museo es una playa de estacionamiento y un atrio con cuatro o cinco mesas, apéndice de la cafetería; ya adentro, las ventanas altas ofrecen luz pero no permiten ver nada que no sea el arte de las salas.
El espacio total de exposición, de una amplitud inusitada -240.000 pies cuadrados con luz natural-, es ideal para buena parte de la producción artística de los últimos cincuenta años que, por su carácter y su escala, no se acomodan fácilmente en locales de ciudad. Integran la colección permanente del Dia:Beacon obras de algunos de los artistas más importantes del último medio siglo: Bernd y Hilla Becher, Joseph Beuys, Louise Bourgeois, John Chamberlain, Hanne Darboven, Walter De Maria, Dan Flavin, Michael Heizer, Robert Irwin, Donald Judd, On Kawara, Imi Knoebel, Sol Le Witt, Agnes Martin, Bruce Nauman, Blinky Palermo, Gerhard Richter, Robert Ryman, Fred Sandback, Richard Serra, Robert Smithson, Andy Warhol, Lawrence Weiner y Robert Whitman. Está claro que a los curadores del Dia:Beacon no les interesa exponer una muestra variada del amplio espectro del arte contemporáneo sino que quieren concentrarse más bien en un grupo de artistas animados por una visión afín o por lo menos compatible. Nacidos la mayoría de ellos en la década del 30, constituyen ya una vanguardia canonizada.
L ARTE, A MIS PIES
De las alturas en las que solía vivir, el arte ha bajado a nuestros pies. En el piso ha instalado Walter De Maria sus bordes redondos y cuadrados de metal pulido. Lo mismo ocurre con uno de los cuadros de Robert Ryman, colocado a unos pocos centímetros del piso, perpendicular a la pared. Lienzo y figuras, como las instalaciones de Judd, Sandback y Smithson, me obligan a mirar de cerca y desde arriba. Acaso sea ésta la primera de una serie de evidencias de que en estas salas el arte intenta, una vez más, desafiar creencias y expectativas, y de hacerlo sin estridencia ni sutilezas.
EL ARTE ME ENVUELVE Y YO SOY SU CENTRO
La frontera entre obra y observador, objeto casi proverbial de jugueteos osados, pero a la larga tímidos, en el fondo siempre respetuosos, desaparece o se la somete a serias presiones y violencias. Ahora la obra literaliza aquello de que el arte nos envuelve. La escultura de Richard Serra, una espiral alta y masiva, de anchísimo metal -tan ancho que no suena cuando lo golpeo-, sofoca el espacio en sendero que debo recorrer, y me somete a leve claustrofobia. Mientras camino, pienso en los antiguos laberintos, no construidos para proponer el tonto problema de encontrar una salida a quien entrara en ellos, sino para invitarlo a meditar. Este no es un laberinto; no tengo más opción que la de volver por donde vine o seguir avanzando. El sendero se angosta, tambalea, pero no se bifurca. Además, contra lo que invita a pensar la fuerza poderosa de esta alta y sinuosa plancha de metal oscuro, es breve. Apenas un par de vueltas, tres a lo sumo, alrededor del centro, donde la claustrofobia se resuelve en algo de alivio gracias a que el espacio se ha ensanchado en un círculo. He llegado al centro. Y el centro está vacío. Pero no. Yo estoy allí.
Richter hace algo parecido en una de sus instalaciones: dos descomunales planchas enfrentadas de plexiglass -pantallas en gris oscuro y brilloso- me reflejan a derecha y a izquierda como en off. Me encuentro en seguida repitiendo los movimientos de la pareja que me precedió en esta galería. Cuando entré, los dos inspeccionaban el modo en que se habían instalado las planchas. Desdeñando las pantallas, yo termino también entre el plexiglass y la pared. No sé muy bien por qué lo hago; carezco de todo interés por los problemas técnicos que pudo haber planteado esta instalación. Me pregunto cómo es que, en estos tiempos tan adictos a la personalidad, cuando el arte nos devuelve con literalidad nuestra propia imagen, la evitamos. Ensayo varias respuestas, y ninguna me satisface del todo.
La escultura de Serra o la instalación de Richter son minihappenings, donde cada observador se vuelve "prop," protagonista incidental, transeúnte, que garantiza, al cerrarse el museo, que la espiral herrada o el brilloso plexiglass queden vacíos, libres de toda sospechosa trascendencia.
ENCONTRAR LA INSCRIPCIÓN DE UN IMPACTO
En algunos artistas, John Chamberlain por ejemplo, el momento de la creación responde literalmente a la invención descrita en los tratados de retórica: es el momento en que el ojo del artista encuentra el vestigio de un impacto en la chatarra. El metal queda arrugado como el papel que uno encierra en el puño y aprieta con más o menos fuerza antes de tirar al canasto. Chapas superpuestas y pintadas de colores inocentes. Papel y engrudo han sido suplantados por metal y soldadura en estos collages de Chamberlain. Pero se trata de un metal colonizado cuyas aristas ya no amenazan. La chatarra es la superficie en la que el accidente ha escrito su impacto en el metal. Como el bollo de papel, que puede ser diamante, el bollo de metal puede también volverse piedra prehistórica. Otra literalización de dictum reconocible: se crea sólo a partir de destruir. Se me ofrece el impacto, librado del ruido que sin embargo recuerda, de la violencia producida por el choque de durezas y de filos, con la sangre borrada en superficie pulida con cepillo mecánico de aire, o dejada tal cual, con restos de graffiti. Todo depende de la sintaxis, de cómo acomode el artista lo que encuentra. Si vertical y colocado en la pared, como un cuadro, lo que alguna vez fue taxi neoyorquino se vuelve pajarraco amarillo con pico de un celeste incongruente, como si se hubiera metido el cielo y el aire en la cabeza y con eso, impedido el vuelo, se hubiera condenado a la estampa.
Desechos industriales son el medio accesible para el que no tiene medios. El artista encuentra superficies. Si antes muros, ahora trenes. No son fáciles en nuestro mundo la quietud o el silencio. Y hasta es posible concebir la inscripción, que antes era resultado del movimiento de la mano, como arbitrario encuentro de una mano quieta y una superficie en movimiento.
EL CUADRO ASPIRA A LIENZO
Los rectángulos blancos de Ryman imitan el lienzo blanco. Contra siglos de tradición que enseñaron a suponer que el cuadro decía o representaba algo, este arte contemporáneo es lo que es, no trata de decir nada (¿como impulsado a desandar camino, a llegar a un grado cero?). Aquí la obra aspira al lienzo.
Cerca de Ryman encuentro los lienzos grises claros con ganas de rosados o de blancos, de Agnes Martin. Me gustan. Después del instante en que capto la totalidad, mis ojos merodean por las finas rayas paralelas, diseñan ochos acostados, sospechan temblores en las grillas firmes. Las grillas delicadas se vuelven fondo y el fondo, superficie de dibujo virtual que trazo con mi mirada.
En uno de esos lienzos, sobre superficie rayada en puntillismo, encuentro juegos del gris, matices de lo abstracto o lo indecible. Nada más lejano del pobretón lenguaje de los sentimientos, que congela parcelas en cubeteras de colores sólidos, que vuelve el indecible fluir en pesados sustantivos: tristeza, gozo, angustia, azoramiento. Estos mareos me hacen sentir: más, algo, horizontal, un poco pero, antes, arriba, menos, menos, atrás, íntimas diagonales que juntan puntos distantes de mi vida. Motherboard.
CONCEBIR, LUEGO EJECUTAR
Ryman refresca su "Varese Wall," un inmenso rectángulo que se extiende en eje horizontal, cada vez que la expone. La idea de pintar un rectángulo absolutamente blanco acerca esta pintura a la música: como la partitura en el concierto, el cuadro se actualiza en la exposición. Tal actividad revela que el acto creador está situado en el momento de concebir, y no es simultáneo con la ejecución, como ha ocurrido siempre con la pintura o la escultura, como ocurría también con los cantos épicos yugoslavos, donde actuación y composición eran aspectos simultáneos de una misma actividad, antes de que interviniera la escritura. Esa linealidad -primero concebir, luego ejecutar- nunca fue tan precisa en el arte tradicional. La concepción era alterada, superada para bien o para mal, por el momento de la ejecución. No aquí. Aquí se concibe. Luego se ejecuta. Y la ejecución puede repetirse incesantemente. ¿Como las partituras de Satie? No del todo. Porque, para bien o para mal, la partitura tendrá el sello del ejecutante, pero la pared blanca de Ryman sería, pintada por otro, exactamente igual. Si el acto de crear está reducido a la concepción, el destino de estas obras está signado: desaguarán sobre todo en ejercicios y placeres hermenéuticos.
El mismo principio de separar el momento de concebir del tiempo de la ejecución anima en la "Today Series" de On Kawara. En el amplio espacio de paredes blancas, se han colgado rectángulos negros en los que se leen una serie de fechas: "NOV.3,1989" u "OTT.17,2001". Las variantes de estas escuetas notaciones son apenas perceptibles, pero tratando de hacer sentido de lo que veo, llego a advertir que el nombre abreviado de los meses aparece en diversas lenguas, todas asimiladas por la misma factura. También noto diversidad en el tamaño de los rectángulos, que -leo luego en la cartilla- varían de 8 a 10 pulgadas por 61 a 89 pulgadas en el eje horizontal. En poquísimos casos -recuerdo uno solo- encuentro dos fechas iguales, una encima de la otra: día prolífico para On Kawara. Porque en la cartilla el artista explica que cada fecha indica la fecha en que pintó la fecha, y que la abreviatura del mes responde a la lengua hablada en la ciudad donde la pintó.
Un cierto placer produce leer esa cartilla. ¿Y de la fecha en que no pintó nada, no quedan rastros? ¿Hacer es ser? ¿Narcisismo exacerbado? ¿Y las fechas en las que no pintó nada, que son las más en el tramo de unos 20 ó 30 años, serán el marco, serán la pared blanca en la que se sostienen las fechas señaladas? Pero éstas y otras preguntas en las que me ha metido la cartilla (más que los cuadros mismos) son juego conceptual, desarrollable, transmitible por medio de mi propio lenguaje no tocado por la gracia del arte.
En cierto momento tengo la sensación de que faltan un guión y otra fecha, y de ahí recabo que estas fechas son como las que encierran el tramo de una vida en la parca notación de las tumbas. Estas fechas, con sus letras y números de molde, carentes del temblor de mano alguna que pudiera sugerir la vibración de un día, son signos de que el día ha muerto y descansa ahora prolijamente en su nicho, listo para exhibir. Me detengo otra vez. Estas reflexiones, pura operación intelectual, fueron inspiradas por la factura de las fechas, que se resisten a todo sensualismo, a toda vibración.
¿Se resisten? Claro que no. Hay sensualidad en la letra de molde. Dan placer a los ojos los contornos, hasta la falta de espacios, el punto y la coma, tan puntualmente iguales, de cada una de las muchas fechas en que pintó sus fechas
On Kawara. Conozco bien esa sensualidad de los límites, del orden, del comercio de papel blanco y tinta negra (aquí invertidos) y de las definidas letras de molde.
Conozco esos placeres del letrado, que nada tienen que ver con pensar ni con sentir sino con la pura sensualidad de las formas. Placer de la nitidez, que nuestro tiempo ha descubierto con más fuerza que otros tiempos, acaso por el borroneo constante al que estamos sometidos.
LOS NICHOS DE LA HISTORIA
Dos o tres inmensas salas ocupa la Kulturgeschichte de Hanne Darboven.
La extraordinaria apariencia de orden de estas paredes empapeladas de marcos me hace pensar en esas cajas en las que uno guarda el detrito de su historia personal: fotos, textos, alguna hoja de algún bosque, algún perfil o un par de palabras dibujadas en servilletas de papel frágil, postales, fragmentos de partituras o periódicos. El atractivo de esas cajas de zapatos es el del arte: a diferencia del álbum de fotografías, tan irremediablemente tedioso, encuentra uno allí fragmentos que se acomodan disparatadamente y ponen en contacto pedazos de vida que de otro modo jamás habrían convergido. En la Kulturgeschichte, los fragmentos se han reunido y alineado para siempre, de a 6, de a 9, de a 12 ó 18 unidades por marco fino de madera clara. Muchas veces la disposición de las postales o las fotos o los textos va dictada por el espacio posible creado por el marco, que es como el canto firme de esta sinfonía que no logro oír. Así, la iglesia de una postal se coloca acostada, y la aguja de su torre, que ya no apunta al cielo, resulta un garabato. Rige esta composición la necesidad de acomodar un cierto número de unidades en un marco de tamaño estable. Los fragmentos enmarcados forman unidades mayores, parejas esta vez, una lindando con la otra, emparedando por completo las cuatro paredes, asfixiando el espacio. La variedad de unidades queda encerrada, y al mismo tiempo admitiría la posibilidad de continuarla indefinidamente, en el espacio de otras salas, otros museos, otros muros. Se ha serializado. Acaso la disposición de los fragmentos guarde alguna coherencia, pero no me importa. No puede importarme, porque me superan las paredes. La coherencia está dada por la manipulación del espacio, al que se subordina el tiempo de la historia. El espacio, que equivale a las "líneas" mayores que disciernen el historiador o el sociólogo, a las que subordinan los aconteceres. Las "grandes líneas," respondiendo a intereses ideológicos conscientes, o simplemente a la ficción necesaria que acompaña todo acto interpretativo, los ponen en fila.
Lo cierto es que a primera vista, estos rectángulos son nichos donde se ha apretujado con prolijidad y en serie lo que alguna vez fue río. Río inmóvil ahora, parcelado. De a ratos -concesión al espectador o variatio necesaria-, los marcos encierran fotos grandes de Marilyn o James Dean, una gran foto familiar,
Elizabeth Taylor, Katherine Hepburn. Cada foto grande, marginada por dieciocho rectángulos pequeños de fotos, de puertas por ejemplo. Textos en alemán. En algunos alguien ha escrito un número al final de cada línea. Y aunque son sospechosamente decenas: 40, 30, 20... me detengo a contar las letras de cada línea. No, los números no responden a las letras. Como notaciones de corrector de galeras, el texto es tumba, exige unos retoques antes de guardarlo.
También hay aquí paneles de lo que al principio me parecen garabatos.
Pero no. Son demasiado parejos. Estos "garabatos" son mímesis de escritura en la que los trazos de la pluma se han homogeneizado hasta hacerles perder su carácter de signos. Garabatos prolijos, escritura también serializada, potencialmente infinita, vaciada, en la que el grafema pierde su función de indicar un sonido particular. Como nosotros en el mundo contemporáneo, el significante se aplana, se adecenta, se empareja, aspira a insignificante. Y lo logra. Entonces pienso en lo que pasa con la imagen en la transmisión a distancia. Necesita volverse un manojo de puntos para atravesar las distancias, y sólo en el lugar de la llegada el receptor recupera de los puntos una forma. Se trata, claro, de un aparato que recibe, procesa y desenvuelve el paquete de puntos de diferente densidad. Sabemos, en fin, que, en cierta clase de comunicación, achatar el significante y perder el significado son condiciones necesarias para que el mensaje llegue intacto. Pero aquí se representa el proceso, no la llegada, tampoco la emisión. Estamos en el imperio de los medios.
Así, a distancia, estas salas de la Kulturgeschichte son otra imagen del motherboard. Una especie de aleph serializado.
MOTHERBOARD: METAFORA MADRE DE NUESTROS TIEMPOS
Walter De Maria construye círculos y cuadrados de metal, y los fija en tándem sobre el piso de madera clara, en línea recta, a lo largo de un espacio inmenso, como de depósito sin estrenar, impecable en su perfecta vaciedad. De tan pulido, el metal refleja los mínimos titubeos de la luz, casi agua, casi aire apenas encarnado, que producen la placentera ilusión de algo que no responde al rígido esquema de las formas. O acaso el placer provenga de advertir que esos movimientos de la luz están encarcelados en los marcos de metal, viven su corta vida en los confines limitadísimos de esos bordes pulidos, no se continúan en la madera del piso, que se niega a reflejarlos. Lo cierto es que el atractivo de esta geometría depende de la composición del espacio que habita, del cual el artista no es responsable sino a medias. ¿Se trata de una instalación o una escultura? Las explicaciones de la cartilla dicen que cada figura de metal es una escultura en sí misma y yo lo dudo. Aunque, me recuerdo, estamos en una época en la que la total sumisión en que vivimos nos impulsa a compensar: y así nos consolamos en la fantasía de creernos cada uno dueño y señor del significado de las cosas, centro del universo; vivimos tiempos en que sólo es alcohólico quien declara que lo es, en que un objeto es arte si alguien así lo define; tiempos en los que la obediencia es literalmente ciega y por eso se viste de anarquía y se dedica al chato culto del yo.
Más que en esas fórmulas geométricas que marcan los tramos de mi caminata de un extremo al otro de la galería, el atractivo de esta composición reside en la sugerida expansión ad infinitum del espacio. La sala es acaso menos de una cuadra de longitud, pero la alargan las paredes pintadas de blanco que amplifican la luz derramada por las claraboyas (claraboyas que al principio no veo porque se ocultan en repliegues rígidos del techo, repliegues que, a diferencia de la trayectoria de un rayo, se repiten a intervalos perfectamente regulares y por eso terminan haciéndose invisibles). Es consabido que la luz amplía el espacio ("oscura" ha sido, por siglos, el epíteto natural de "cárcel"), y sin embargo...
La ilusión de vastas expansiones pertenece a quien vive confinado en una celda, a diferencia del campesino, que quiere su casa pequeña y sus ventanas diminutas, porque vive al aire libre. Alguna vez el universo fue luminoso, sonoro e inmenso, pero dotado de límites precisos. Luego, se lo pensó cielo silencioso y oscuro, e inspiraba soledad y pavor. Nuestro tiempo hereda de los románticos el infinito, pero exige nuevas metáforas. El pavoroso espacio celeste pero negro de Pascal, que hemos domesticado en mapas que bautizan estrellas invisibles al ojo desnudo, ya no nos sirve. Con todo, acaso aquel pavor romántico sea todavía responsable de nuestra notable devoción por la luz. Vivimos en el imperio de las cárceles blancas y las ciudades vidriadas.
Fiel a sus tiempos, el artista occidental, que fijó primero su mirada en figuras divinas y reales, pasó luego a la figura humana y de allí a su entorno material -el objeto, preferiblemente manufacturado- para escrutar, en la producción que llamamos contemporánea, el interior de objetos y de seres.
Trayectoria en picada, en cuyo fondo encuentra otra vez un infinito. Creo que esta vuelta, la nueva constelación de metáforas que viste ese infinito son variaciones del motherboard, el tablero madre de las computadoras.
Serializaciones que confinan al mismo tiempo que alumbran y se expanden indefinidamente.
 

Blinky PalermoJohm ChamberlainLouise BurgoisHanne Darboven
Joseph BeuysSol Le WittRichard SerraImi Knoebel
Dan FlavinLouise BurgoisWalter De MariaLouise Burgois
Michael HeizerRobert IrwinDonald Judd
Agnes MartinBruce NewmanOn Kawara
LOS NUMEROS DEL RITMO
Unidades seriadas, seriales. Repetitio cum variatio. Aquí, ahora, en el magro jardín de Irwin, después de haber visto más serializaciones de las que hubiera querido -de cubos (Sol Le Witt), de imágenes (Andy Warhol), de espejos, de planchas de aluminio que repiten el mismo patrón en variedad placentera de colores (Blinky Palermo)-, oigo pájaros. Este canto es también repetitio cum variatio, corazón del ritmo.
Ritmos. El del tren, el de las dos hileras de árboles, el de las salvias mexicanas serializadas a ras del suelo; ritmo de las hileras de ventanas constituidas de paneles de siete rectángulos por cuatro; veintiocho rectángulos por panel, tres paneles por ventana, ochenta y cuatro rectángulos en total, en los que se distribuiría el horizonte (distribuiría, digo, porque desde adentro, como dije, el horizonte resulta inaccesible). Pero el ritmo se siente, no se cuenta. Y hay algo en las ventanas, en el modesto jardín, que me impulsa a contar.
Miro las escaleras que parodian las anchas escalas de la opulencia del Hollywood de otras décadas, por donde bajaba Lana Turner, que se abrían como en abrazo generoso antes de confluir simétricamente en un centro. Aquí, los dos brazos escuálidos de escaleras se repiten, pero con humildad deliberada, y no son de mármol sino de acero grillado, y esa grilla se multiplica en la sombra de la pared al sol, rayada de luz y de sombra. Repetitio cum variatio. Hay algo de cárcel aquí. Ahora me explico la sorpresa que sentí al descubrir que sí era posible abrir la puerta lateral y salir por un rato a fumar un cigarrillo. Recojo en el jardín lo que acabo de mirar adentro: imágenes seriadas, que imitan la reproducción industrial, opera macchinae. Y acaso por eso, y por la disposición igualmente seriada de árboles, de plantas y de arbustos, las florcitas blancas en el otro extremo de este jardín rectangular parecen incongruentes, se escapan -no mucho- de la expectativa que todo lo que he visto me ha creado, no se levantan todas en unísono, algunas se asoman más al cielo, otras se quedan retaconas.
¿Pero no es la vida, si no el vivir, una repetitio cum variatio? Estos artistas me ofrecen los números del ritmo. Abstraen. Sin contemplaciones, me dan los hechos desnudos: repetitio cum variatio. Claro que la repetición que ejecutamos en nuestras vidas sólo puede verse a distancia, con la mirada retrospectiva del que ha vivido lo suficiente como para poder entretenerse en encontrar patrones, ritmos, bleeps y bloops. Claro que allí donde yo percibo repetición otro encuentra novedad. Claro que la repetición no equivale a igualdad.
La repetición es muchas veces el efecto de componer percepciones diferentes y asimilarlas, quitarles el espacio de vida y diferencia, homogeneizarlas como el aparato digestivo aplana sabores, colores y texturas en esa masa marrón que elimina y con la que abona la tierra (imposible no pensar en la banderita del multiculturalismo, esta monótona Babel de nuestros tiempos donde los ríos del mundo van a dar al inglés). Igual que se reúne y subsume la variada y sucia paleta del pintor en la luz que llamamos blanca. Repetitio cum variatio.
Producción seriada de lo que comemos, vestimos, oímos y tocamos. Hileras infinitas de sandalias, de polleras, de sillas, cámaras, lentes de sol, el color del pelo y de la angustia.
En el patio del Dia:Beacon tomamos un café frío en otro espacio que admite el verde apenas para afirmar el imperio de los bordes. El cemento del piso, en forma de panel de abejas, encarcela el pasto, que crece en hexágonos perfectos, que acaso crea que crece simplemente. Serializar el pasto. Pienso en los serial killers, que comienzan con la ciudad: son artistas seriales, con doble desafío. Repiten su modus operandi y calculan con cuidado de artesanos las variaciones de una obsesión que sin ellas, los delataría demasiado temprano.
Habitan la cárcel de su propia obsesión, mientras nosotros, como el pasto, creemos que vivimos libres de culpa, de cargo y de mandatos.
New York, junio de 2003

*Estudió letras en la Universidad de Buenos Aires. Desde 1967 reside en los Estados Unidos. Es profesora titular de literatura en la City University of New York. Sus publicaciones incluyen dos libros sobre textos españoles de los siglos XIII y XIV. En los últimos años, se dedica a reflexionar sobre cuestiones de estética en artes visuales, música y literatura.